Es como un intuición provocada. Los secretos que huyen de las almohadas.
“Al final del arcoíris” y de lo que no se duda por qué no queda “nada”.
Confeccionadas con promesas compradas. Y amortiguadas en agonía alterada. El
rio de tinta que confluye y a veces engaña.
El pasado abatido por la monolítica mirada. En todo lo oculto y lo
perfectamente confeccionado. La luz que rompe el solipsismo para seguir
creando. Silogismos como ecos encontrados. Axiomas que rebelan observaciones de
segundo grado.
Proximidad mutando; El secreto guardado; El estado queda transfigurando;
El tema y su subjetividad cuestionando; El cándido predicado; Las subvenciones
al pasado; El reflejo y lo sublime, cuestionado; El sistema irreductible
tratando lo agotado y lo añorado, entre visiones extrañas, implorando,
olvidando también lo perdido y lo amontonado; Por la esencia de las cosas que
van mutando en mi relato.
No en la programación articulada o en lograr una hazaña divina o
sagrada, tal vez profana y mundana, pero sin duda violencia más evolucionada.
El consolidar procesual que libera nuestro hermoso y tierno pensar de todo el
drama; que termina en una conciencia más pura y que aboga por comprensión y
juicio por medio de palabras. Del amor que a veces repara. Sabiendo de todas
las ventanas quebradas.
Por la estática que se crea sobre la moraleja y los viejos dramas. Me predico con el ser muerto por ser una confección de segundo grado y seguir pensando en el melodrama. En realidad hay que aprender a extinguir lo que no nos deje seguir creando. Y también distinguir lo que nos ahoga en maniqueísmos absolutos e insensatos. He quedado comatoso y amnésico por timadores insensatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario