La peor de las desesperaciones es saber la verdad pero no intuir la naturaleza de la sabiduría que la contiene. Cómo aquel que se deforma la mente, el alma y la conciencia tratando de creer en algo que no es verdad. No es casualidad que a esto se lo denomina locura.
El peor de los despertares son aquellos de los cuales no podemos escapar, las condenas y las cadenas. No es posible que el humano con los millones de años de existencia siga atrapado en el juego de la culebra y la escalera de palos.
Tampoco es creíble que las personas se aferren a juegos mentales sobre el origen de los males del alma. Y lo peor es que aun habiendo avanzado tanto, en todas la ciencias y artes; nos empecinemos en capturar a los demás en nuestras propias concepciones y miedos. No hay nada que pagar, el deudor es la muerte y a ella no se le paga más que con nuestra propia alma.
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