No sé si
debería volver a intentar, porque en el frío en donde te escondes, detrás de mí
desconsuelo y desesperación, se entremezcla la frivolidad y la rutina.
De
pensar en ti ya es un vicio y solo me hace sublimarme hasta la mera existencia,
ya sin alma y sin sueño, digno de la distopía más decadente.
Mis respuestas al
mundo y la mundanidad de mis actos no solo me encuadran en aquello que tan bien
criticaste y que me aterraba convertirme.
Mi cerebro es como un huésped y no una
maquina creativa dispuesta a reconstruir el mundo; con lo que tiene disponible,
sin ti todo se siente vacío.
Y es en ese escenario en el que te veo partir sin
siquiera haber llegado nunca, destruyendo parte de mi mundo y ocupándome en
barreras infranqueables propias de una odisea que no me lleva a casa sino a
lugares discontinuos de la razón y el tiempo.
Como un remolino que succiona mi esencia
y acaba con mis esperanzas.