Muchos dicen que son sinónimos pero la diferencia esta en la plenitud y la profundidad. Las formas las limitan y se mezclan con la fe y la esperanza. Podrían ser el motor de la vida si nos despojamos de la apariencias y nos entregamos a la paz del entendimiento y a la transmutación del amor.
De la alegría interna, a la espontánea felicidad.
Sin entregar nunca nuestra esencia y las sustancias con las que creemos crear.
Eternas jugarretas para la belleza singular.
Combinando el éter idílico que alimenta a los númenes y lo imposible de replicar.
Guardando así la entelequia de la belleza que eclipsa toda finalidad.
El horror del ego descomunal.
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