No puedo recordar cuando te conocí. Para mí es un ilusión que nunca termina, un sueño/pesadilla que pareciera nunca acabar. Como quien acarea muerto ajenos y no recuerda sus propias ataduras, me volví un loco. Una clase de enviado del futuro para no romper una promesa -que juro es más grande que toda mí existencia. Y no sé bajo que hechizo fui atraído a aquella ilusión. Me han dicho que cambié, que ya no soy el mismo, que he perdido fuerza y que soy un irónico, un cínico y un escéptico. Pero yo sé muy bien lo que guardó dentro de mi alma, la fuerza que mueve mi espíritu.-
No recuerdo las conversaciones a solas, ni tampoco porqué caminaba entre murmullos y escuchas. No entiendo porque he de ser el distinto, el que debe poner el ejemplo. Tampoco entenderé las consecuencias de mis propias ilusiones rotas. Nunca se curaran las heridas que provoque con un vuelo y caída astrales. No es que me quiera emocionar pero he entendido que recorrer ese impetuoso camino, solo me mancha de más mierda. Cuándo lo que realmente aprendí es que somos distintos, pero eso es lo último que me nos ha matado, la distancia en la que nos encontramos hoy como individuos. Y porqué no nos pudimos abrir los ojos el uno al otro.
Yo estoy seguro de que nunca fue odio, cómo podría odiar la más grande de mis ilusiones, no lo sé. Es por eso mismo que creo ser un niño imprudente y muy estúpido. Entrometido en asunto que me alienaban y de los cuales hacia toda clase de especulaciones horribles, que justifican tu desprecio. No recuerdo como empece a extraerme así de la realidad pero ya de regreso, recuerdo las consecuencias.
Aquella época estaba llena de alegría, las personas esperaban el momento favorito de todos, pero yo seguía enfrascado en mi propia demostración de estúpidos. A la cual solo llegaban los incrédulos a ver un loco suspirar por la caída de la hoja de un árbol. Y buscando como buen loco que soy, mi propia sombra, me fui de mí casa en busca de luz, sin saber la ceguera que sufriría. Al verme en medio del ruedo mi lado valiente y fuerte al fin cedió. No sabría explicar que fue pero nunca podré admitir lo que dije. Lo único que concluyo es que a esa persona le regocija tenerme a un tiro de gracia y jugar la ruleta rusa. Y a mí que me encanta predecir el resultado de las cosas que siempre dicen los mismo. Soy un terrible especulador y un peor adivinador, ya que todo lo enfrasco en una portada POP y se la vendo a Satanás.
Cuando me creía que era un lucero, una estrella, la más importante empezó aquello; y aumentado como nunca, sin saber muy bien ahora cuál era la meta, me sentía más asfixiado que nunca los cuestionamientos me hicieron sucumbir a las propia sediciones de la vida, pero creí haber encontrado una salida: La emancipación de mi ser. No con mucha claridad de qué era lo que había desatado aquella vorágine me sentía atrapado bajo mi propia piel y solo quería desaparecer, agobiado por cierta vergüenza y orgullo que no terminan nunca de cazar en el rompecabezas. Hasta que vuelvo a entender que simplemente eran risas. Como las que propician los hermanos mayores cuando el bebé se tropieza y se pone a llorar.
Recuerdo cuando nuestro ojos se cruzaron por primera vez -te recuerdas que yo hablaba con cierta ironía de la existencia de di-s-. Te juro que sí entraras en mí cabeza te darías cuenta porqué no te reconocí hasta que fue muy tarde para exclamar mi devoción por ti. Pero en aquellos momentos la devoción era a la nada, a un vació que nunca nadie podrá llenar, en fin el río es el mismo para todos.
Entre las olas de energía me sentía invicto aún pero cuando te dan hasta por la puerta de atrás, sientes cómo si fuera obligación creerte lo que los demás te dice. Y con tal de sacar ese resultado como producto de mi existencia, no di ninguna explicación y fui a preguntar, sin sospechar que aquellos olores no eran mis amigos, ni mucho menos extensiones de mi conciencia. Esa noche me empezaron a ladrar y morder los verdaderos lobos. Pero enviciados del show no pararon en la noche, al otro día se me acusó de un crimen sin pies ni cabeza. Entre en pánico y lo justifique bajo los estrictos hechos que conocía para escuchar uno gritos que nunca superare, en shock por aquellos chillidos solos las almas me iluminaron el sendero; un sacrificio y tal vez así una venganza a todo aquel odio guardado en el tope de mi propia cabeza. No entiendo a qué se debe que las palabras me aplastara, mi espíritu de seguro estaba de bajón y todo concordó para matar al bastardo, como me ha explicado algunos crédulos del sentido ilógico de la venganza, borrachos de la dulzura de su propia venganza.
En ese último recorrido recuerdo que mí llama motora fueron las risas que aun no entendía, mi enorme desprecio a las formas en que algunos conciben la justicia y lo que simplemente no soportaba; un pasado que ahora se ve cómo una sombra que se abalanza sobre el camino de la vida. Recuerdo tus gritos, tal vez tu fuiste la única que se dio cuenta lo qué se sentía ser Diego el que no tiene a nadie con quien llorar o reír. No recuerdo con claridad que era lo que decías pero fue suficiente para que los payasos pararan a reflexionar. Y en medio de aquellos ruidos se escucho una última voz aclarando que no me amaría nunca. La caída astral fue la de una roca, que algunos se empecinaron en cambiar para no afectar su propio razonamiento. Pues entiendo, ninguno cree que debería estar aquí, pero se respetan por su propias conclusiones. Y cómo sacarles de la cabeza eso de quién salta de un puente lo puede contar. Yo sigo aquí y ellos estarán de seguro aquí un buen tiempo también. Simplemente quería dejar en claro que en una guerra no hay victoria ni derrota: todos perdimos parte de nuestra inocencia y nadie tendrá la certeza de quién disparo de primero; yo solo les diría ámense los uno a los otros antes de que yo los entienda, me lo podría robar todo.